En el verano de 1995 Kevin Costner era la mayor estrella de Hollywood. Así de claro. No solo constituía un valor seguro en la taquilla (tres años antes había arrastrado a las salas a millones de espectadores para ver El guardaespaldas), sino un reconocido director (su estreno con Bailando con lobos le reportó siete Oscars) y actor (gran papel en JFK. Caso abierto). En algún momento de esta vorágine de triunfo perdió perspectiva sobre la realidad y se embarcó en una superproducción que, en la peor tradición del Hollywood más prepotente, quiso que el cine de aventuras para toda la familia acabase dando para construir parques temáticos y barbies acuáticas. El resultado de esta megalomanía destruiría su carrera fulminantemente. Esta es la historia de ese mayúsculo desastre:Waterworld.
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http://elpais.com/elpais/2015/07/27/icon/1437996061_207265.html