El director Ridley Scott no encontraba al actor adecuado para interpretar al teniente Ripley en Alien, cuando la directora de cásting le sugirió a una mujer, la desconocida Sigourney Weaver. Scott quedó tan impresionado con el instinto de supervivencia encarnado por Weaver que la contrató, cambió todos los «él» del guión por «ella» y rodó la película. El resultado es uno de los personajes femeninos más trascendentes de la historia, y una de las primeras mujeres en el cine en no estar definida por su relación con los hombres de su alrededor.
Tenemos que conformarnos con la certeza de que la única razón por la que Ellen Ripley es fuerte e independiente es porque fue concebida como un hombre. Más de 30 años después, Alfonso Cuarón decidió darle el papel del ingeniero Ryan Stone en Gravity a Sandra Bullock (originalmente el personaje era para Tom Cruise) y, en pleno siglo XXI, tuvo que luchar con un estudio que aceptó el cambio siempre y cuando «Ryan tenga un ex-novio en la torre de control de la NASA».
Detrás de un gran hombre hay una gran actriz secundaria, y detrás de todo personaje femenino valiente hay una lucha con los productores por no rodearla de hombres que construyan su personalidad. Una injusticia a la que los espectadores estamos acostumbrados y lo que es peor, nos dejamos engañar. Esta es la realidad detrás de la supuesta igualdad de género en el cine.
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