En el videoclip de Toxic, Britney Spears interpretaba (es un decir) a una espía muy traviesa que seducía a un guaperas en un avión. El chico resultaba ser un impostor y cuando Britney le arrancaba la máscara se convertía en un señor obeso. Seis años después, el mismo hombre (bautizado por la cultura popular como «el gordo de Toxic») aparecía en otro videoclip de Britney, Womanizer, mientras ella disfrutaba del típico descanso para el café fotocopiando su trasero. Este guiño a los fans fue aplaudido a pesar de no tener ningún sentido y sugería que todos los videos de Britney Spears suceden en el mismo universo alternativo, uno en el que Britney trabaja y se vale por sí misma. Algo parecido a lo que hizo Bon Jovi (bienvenidos, lectores masculinos heterosexuales) en It’s My Life, canción dedicada a «Tommy y Gina, que nunca se rindieron», cuya historia de superación había protagonizado uno de sus hits clásicos, Livin’ On A Prayer.
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