Después de 20 años, suena a cliché, pero no por ello es menos cierto. «¡Qué simpático es Ewan McGregor!» es la frase que más se escucha en los alrededores del Kursaal. En el interior está Ewan McGregor desplegando su arrollador encanto durante la rueda de prensa, y lo hace desde el primer momento: «Oh, genial, un periodista con una camiseta de Star Wars» le dice a su compañera Jennifer Connelly, «y estamos en la primera pregunta». El actor escocés está presentando en el festival de San Sebastián su primera película como director, Pastoral americana, que compite en la Sección Oficial y que adapta la prestigiosa novela de Phillip Roth. Está orgulloso de ella, le gusta hasta el póster: «normalmente en las comedias románticas tienes que posar para el póster espalda con espalda con la actriz y sobre un fondo blanco». Ewan recrea la postura con Jennifer Connelly, pone cara de sorpresa, morritos y se lleva el dedo a la boca. La sala entera estalla en aplausos, todo el mundo se está enamorando de Ewan McGregor.
En las distancias cortas, McGregor es atento, amable y físicamente es exactamente igual que en sus películas. Viste un traje oscuro cuya americana lleva deformada porque se la ha abrochado mal. Al parecer tiene frío, quizá ya se ha acostumbrado a la calidez de Los Ángeles, donde vive desde hace ocho años. El único rastro de aquel escocés rebelde que revolucionó Hollywood con Trainspotting son unos calcetines mod de rayas negras y rojas. Cuando entra a recibir a los periodistas, Ewan les tiende la mano y dice «hola, soy Ewan». Como si no lo supiéramos.
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