Cameron Díaz cuenta que aprendió a poner lavadoras a los cuatro años. «No sabía leer, pero sí el boton que tenía que pulsar», recuerda. Desde entonces ha cuidado de sí misma sin ayuda de nadie. Cuando aceptó protagonizar Algo pasa con Mary, su agente amenazó con despedirla: «estás loca, el mundo entero se va a reir de ti». Sobre el papel, el hoy legendario momento en la que Mary se aplica (lo que ella cree que es) gel fijador y se pasea varias escenas con un tupé pegajoso resultaba demasiado escatológica para una niña mona como ella. Pero Cameron Diaz nunca ha sido una niña mona. A ella le hacía mucha gracia la escena, y la rodó encantada desoyendo las amenazas de los profesionales a su alrededor. «Se me da fatal toda esa mierda de Hollywood», confiesa. Pero no es cierto. Nadie consigue ser la actriz mejor pagada de la historia (21 millones por la secuela de Los ángeles de Charlie) si no sabe lo que hace. Y Cameron Diaz ha controlado cada paso de su carrera.
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