En una escena de Batman: la Lego-película detienen la trama para rememorar anteriores aventuras del superhéroe, recreando momentos icónicos de las ocho películas de Batman pero con Legos. Cuando llega el turno de Batman y Robin, el único plano que aparece es el del torso del traje, evidentemente, con pezones. Batman y Robin cumple 20 años consolidada como un chiste de la cultura pop, una afrenta bochornosa contra el género de superhéroes y un desastre crítico y comercial que enterró la icónica saga del caballero oscuro, precisamente, porque era de todo menos oscura. Veinte años después, su director Joel Schumacher sigue disculpándose: «fue como si hubiera asesinado a un bebé, me convertí en escoria, pido perdón a todos los fans que se sintieron decepcionados, se lo debo». Para entender la dimensión total de la debacle que supuso Batman y Robin durante el verano de 1997, hay que remontarse a lo que la industria de Hollywood sigue recordando como «el incidente del Happy Meal».