Dwayne Johnson ha definido la envergadura física de Zac Efron, su compañero en Los vigilantes de la playa, como «un animal». Sólo hay dos contextos en los que ese apelativo puede ser un piropo: Hollywood y la sala de máquinas de un gimnasio con la palabra «fit» en el nombre. Efron no sólo ha caído en la tendencia actual del canon físico masculino hipermusculado, sino que se ha autoerigido como su mayor exponente y como un escaparate humano de músculos que nadie sabía que existían y que deberían llevar el nombre de Zac Efron, como cuando un científico descubre una estrella nueva. Efron aparece semidesnudo en todas sus películas, y en cada una aparenta tener cinco años más, su piel brilla más naranja y, como lo definen en Vulture, «es como si sus músculos se hubieran apareado entre sí para engendrar músculos bebé». Sí, Los vigilantes de la playa es una parodia, pero Zac Efron tiene ese cuerpo en la vida real, y no con intenciones irónicas, porque no ríe cuando cuenta en las entrevistas que se siente capaz de «salir de esta habitación y arrasarlo todo a mi paso». Zac Efron ha asumido que el mundo le ve como a un muñeco hinchable, y él parece encantado de explotar este título. Resulta que ahora los hombres son tratados como objetos sexuales del mismo modo que las mujeres lo llevan siendo durante décadas: estamos caminando hacia la igualdad, pero no en la dirección correcta.
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