Cada ser humano tiene sus aversiones personales: las agujas, las uñas, el crujir de huesos o las visitas al dentista. El cine lo sabe y lo aprovecha, obligándonos a presenciar atrocidades que atentan contra la moral, la carne o la vergüenza ajena. Y cuando este sadismo se alarga y nos lleva a extremos inéditos, nos rendimos sin darnos cuenta: cerramos los ojos, miramos hacia otro lado o giramos la cabeza hacia nuestro acompañante para comprobar cómo lo está sobrellevando él y quizá para regresar momentáneamente al mundo real. Ese lugar horrible que, comparado con estas 19 escenas, parece Disneylandia durante la festividad de los caramelos gratis. Bienvenido al museo de los horrores cinematográficos, no digas que no entras advertido. No pasa nada, son sólo películas, pero hay algo que es pura realidad: tu reacción ante ellas.
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https://elpais.com/elpais/2017/07/20/fotorrelato/1500560919_665722.html