Chris Chambers era el líder de nuestra pandilla, y mi mejor amigo. Él venía de una mala familia, y todo el mundo sabía que acabaría mal. Incluido Chris».
Así describía Gordie Lachance (Richard Dreyfuss) al personaje interpretado por River Phoenix en Cuenta conmigo. Escuchada hoy, esa frase adquiere otro significado. No porque resulte premonitoria, irónica o efectista, sino porque provoca un escalofrío en el espectador. La muerte de Phoenix a los 23 años por sobredosis ha acabado trascendiendo a la tragedia en sí para convertirse en un símbolo cultural, porque estaba a punto de ser una estrella; un símbolo mediático, porque la prensa lleva casi 24 años tratando de constuir una moraleja en torno a ella sin éxito; y un símbolo generacional, porque aquel suceso funciona como una línea trazada entre la Generación X (los que recuerdan a River Phoenix) y los millennials (los que no tienen ni idea de quién es). Pero por encima de todo, la muerte de River Phoenix se ha sobredimensionado hasta el punto de eclipsar su propia vida. Porque hoy, al escuchar su nombre, uno piensa primero en su muerte antes que en cualquiera de sus películas.
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