Cuando Ryan Gosling estornuda, no lo hace como cualquier otra persona. Aparte de ser asombrosamente silencioso y discreto, se relaja a continuación frunciendo el ceño y mirando hacia el horizonte. Tras quedarse con esa expresión intensa durante unos segundos, levanta una ceja y se queda con otra expresión otro rato más. Cualquier lector puede imaginarse este proceso de gestualización porque Gosling se ha convertido en una estrella gracias a él. En las distancias cortas no parece una estrella, especialmente porque va vestido con un jersey rojo que bordea peligrosamente los motivos navideños. Pero cuando habla parece tan cómodo y tan dispuesto a reírse a carcajadas con cualquier excusa que se pasará casi toda la conversación con la misma cara de guasa que puso cuando Faye Dunaway leyó La La Land por error durante la última ceremonia de los Oscar.
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