En Sexo en Nueva York, Charlotte York ve cumplidos todos los sueños de su vida a la vez: un marido que la adora, unas amigas que jamás la dejarán sola y dos hijas perfectas. Pero un día se encierra en el armario de la colada a llorar y, cuando su asistenta la descubre, Charlotte le confiesa que se le rompe el corazón cada vez que siente que “no soporta” a sus hijas: es un fracaso como madre, una persona horrible y una desagradecida.
Su asistenta se limita a aclararle que todas las madres se sienten así en algún momento de sus vidas, suficiente para que Charlotte deje de sentirse tan culpable. Porque sus remordimientos provienen, sencillamente, de que cuando las madres se sienten exhaustas, hartas o frustradas no lo comparten por temor a parecer malas madres o ser juzgadas. Ahora, series como SMILFy películas como Wonder o Malas madres, cuya secuela se estrena este domingo, quieren demostrarles a todas las “madres fallidas” del mundo que no están solas.
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