En su libro Memorias de un guionista en Hollywood, William Goldman recuerda cuánto les costó dar con el actor adecuado para interpretar al escritor de novelas románticas que acabaría secuestrado y torturado por su fan número 1 en Misery. Necesitaban a un galán romántico, inteligente y con buenas maneras. Goldman reconoce que la elección más obvia era Richard Gere, pero ni se lo plantearon porque estaba acabado y olvidado, menos de una década después de demostrar que la virilidad en la era Reagan no era incompatible con ser un objeto sexual (American Gigolo) o un héroe romántico (Oficial y caballero).
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