Su tren de pensamiento va en todas las direcciones y a toda velocidad. Solo se comunica mediante sentencias y proverbios y se interrumpe a sí misma para cantar villancicos, para saludar a alguien o para repetir que sigue sin saber dónde están sus gafas. De cerca, ayer, durante el evento organizado por The Art of Living Frigicoll, se pudo comprobar que Bibiana Fernández sigue siendo la misma fuerza de la naturaleza que parece en televisión y, tras haber superado un fin de semana de cólicos y un año de pérdidas: ha tenido que vender su chalet en Boadilla (a sus amigos Alaska y Mario Vaquerizo) y su íntimo amigo David Delfín falleció en junio. Pero si algo demuestra Bibiana Fernández es que hay que seguir adelante.
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