Cuando unas semanas después de enviudar un periodista le preguntó a Celine Dion que qué tal llevaba la soltería, la cantante respondió “¿me estás pidiendo salir?”. Tras causar sensación en la MET Gala con un Versace por el que Maléfica habría matado, subió una foto a su Instagram comiéndose un perrito caliente delante de un puesto ambulante. En plena Semana de la Moda de París, salió a pasear con una sudadera oversized de Titanic, combinada con unos vaqueros pitillo y unas sandalias doradas de Gucci. Estos tres episodios demuestran que este es el mundo de Celine Dion y nosotros simplemente vivimos en él.
Dion es a la música lo que el Museo de Cera es al arte: hay cierta belleza caricaturesca en cada cosa que hace, todo el mundo recuerda haberlo visitado en los 90 y cada nueva fotografía despierta pasiones en internet. Pero lo que sobre todo tienen en común Celine Dion y las figuras de cera es que pertenecen a otra época y no intentan modernizarse, porque el público tampoco va a permitírselo. ¿Quién demonios sigue escuchando a Celine Dion? Pues las mismas personas que siguen visitando el Museo de Cera: los turistas y las señoras de mediana edad.
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