Los cuartos de final del Abierto de Alemania, celebrado hace ahora 25 años, no deberían haber pasado a la historia. Se trataba de un escalón previo a Roland Garros y Monica Seles (Novi Sad, Serbia, 1973), la tenista que llevaba 178 semanas en el número 1 del mundo, iba ganando a la búlgara Magdalena Maleeva por 6-4 y 4-3. Su victoria parecía un trámite sin contratiempos hasta que el partido se convirtió en un relato de terror: durante un descanso, Seles fue apuñalada en la espalda.
Ante el desconcierto y el horror de los 7.000 espectadores presentes, la tenista se levantó, se llevó la mano al hombro, dio varios pasos y se desplomó en la arcilla. Su oponente, Maleeva, lloraba mientras aún sostenía su botella de agua. Los testigos aseguraron que el agresor iba borracho, algunos especularon con motivaciones políticas (Seles pertenecía a una minoría húngara de Serbia, en plena guerra con Yugoslavia, y llevaba dos años recibiendo amenazas por carta). Pero aquel lunático tenía un solo objetivo: neutralizar a Seles para que su ídolo, Steffi Graf, volviese a ser la mejor tenista del mundo.
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https://elpais.com/elpais/2018/04/19/icon/1524132924_538539.html