“Mi rostro está bien para el oficio, pero es una mierda para conseguir una carrera”, aseguró una vez Jared Harris (Londres, 1961). Hoy matiza: “El público me redescubre en cada nuevo personaje, mientras que con las estrellas sabe exactamente lo que va a encontrarse en cuanto aparecen en la pantalla”. Su aspecto encaja en el de actor de carácter, que es el eufemismo que Hollywood aplica a los que no incendian la taquilla, pero hacen la mejor leña. Los secundarios de lujo. Los que, como Harris, nunca aparecen los primeros en los títulos de crédito. Hasta ahora.
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