La próxima película de Nicolas Cage (California, 1964) podría ser la última, aunque él lleva 35 años interpretando cada papel como si fuera el último. El apodado Jimmy Stewart marciano personificó esa reflexión popular de que “quien a los 20 años no es revolucionario no tiene corazón y quien lo sigue siendo a los 40 no tiene cabeza”. Lo hizo cuando en 1995 ganó un Oscar por Leaving Las Vegas y decidió estrangular su carrera anterior de actor de arte y ensayo al servicio de genios locos como su tío Coppola (La ley de la calle), los Coen (Arizona Baby) o Lynch (Corazón salvaje).
La antiestrella que se había arrancado cuatro muelas para sentir el dolor de los soldados en Vietnam (Birdy) y se había comido una cucaracha cuando el guion indicaba que ingiriera un huevo duro (Besos de vampiro) mutó en producto pirotécnico al por mayor.
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