En Días de trueno, Tom Cruise (EE.UU., 1962) explicaba que preferiría estar muerto a ser un don nadie. Casi tres décadas después, aquel mantra define su carrera profesional o, lo que es lo mismo, su existencia. Ahora que el Hollywood que Cruise ayudó a construir ha decidido que las franquicias, las sagas y los universos expandidos son las nuevas estrellas, él se resiste a firmar la jubilación anticipada. Adaptarse a este nuevo ecosistema no le está resultando fácil: el fracaso de La momia el año pasado –donde, por primera vez desde 1981, su cara y su nombre no aparecían en el póster– demostró que la única reliquia en esa película era él. ¿La solución? Autoerigirse como una franquicia en sí mismo
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https://elpais.com/elpais/2018/07/16/icon/1531748168_140831.html