En su camerino había flores secas, olía a incienso, se bebía té de hierbas y sonaba música celta. Ante la cámara, expresaba sus emociones tensando o relajando la mandíbula. Hay pocas cosas más noventeras que Neve Campbell (Ontario, 1973), quien fuera ídolo tanto de la Generación X y su angustia existencial (en Scream no gritaba ni una sola vez y cuanto más sonreía en la serie Cinco en familia más tristes parecían sus ojos) como de la Generación 90210 y su materialismo aspiracional: en Jóvenes y brujas utilizaba sus poderes mágicos para mejorar su aspecto y en Juegos salvajes se volvía mala poniéndose mechas rojas. El triunfo de Neve Campbell, el producto, fue que el público sentía que ella sería su mejor amiga, una novia perfecta y hasta la vecina adecuada para dejarle una copia de las llaves.
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