Teddy era el último Kennedy. Su hermano John había sido asesinado en 1963 en pleno mandato y Bobby corrió la misma desgracia en 1968, 80 días después de anunciar su carrera a la presidencia. Ted, el pequeño de nueve hermanos, era ahora la nueva obsesión de la sociedad americana, que veía a los Kennedy como lo más parecido que tendría jamás a una familia real. Tenían la misión de reconstruir Camelot y Ted aceptó su destino con displicencia. En 1957, John Fitzgerald Kennedy explicó: “Yo me metí en política porque Joe [el hermano mayor] murió [durante la Segunda Guerra Mundial]. Si algo me ocurriera a mí mi hermano Bobby emprendería su carrera política. Y si Bobby muriese Teddy le tomaría el relevo”.
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