Un productor del Hollywood clásico dijo que si a un sex symbol le quitas la sombra de ojos, el pintalabios y la provocación, te queda solo un pellejo. Su striptease a contraluz y su atracón de fresas con miel en Nueve semanas y media convirtieron a Kim Basinger en el canon erótico de los ochenta: con curvas, asalvajada, despeinada, un poco Liv Ullmann y un poco Marilyn Monroe, Basinger parecía disfrutar sometiéndose como objeto de consumo.
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