Desde que en 2002 el entonces portavoz del PP en la Comisión de RTVE, Alejandro Ballestero, presumió de que el esfuerzo y la superación de los concursantes del primer Operación Triunfo representaban los valores que defendía su partido, el talent show ha funcionado como una radiografía sociocultural de la juventud española. El año pasado, con las reivindicaciones feministas de Amaia, el beso de Marina con su novio transgénero o la naturalidad con la que Alfred hablaba sobre enfermedades mentales, la nueva generación pareció más consciente de la realidad que las anteriores. Así que, para la secuela, Gestmusic se limitó a reproducir la misma fórmula. OT 2018 prometía más, pero no mejor: faltaban los profesores de interpretación, Javier Ambrossi y Javier Calvo, que como buenos contadores de historias emocionales habían sido los artífices orgánicos de las narrativas, los personajes y los giros de guion de la edición anterior.
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https://elpais.com/cultura/2018/12/20/television/1545306627_475267.html