Cuando Madonna dejó que se le cayera el tirante de su lencería en el videoclip de Like a Prayer bailando rodeada de cruces en llamas, su intención era expresarse artísticamente, escandalizar a las masas y, como consecuencia, darle a Pepsi (patrocinadora del asunto) más publicidad de la que podría llegar a desear. Y cuando aparecía manteniendo relaciones sexuales con un santo (negro, además), no lo hizo para liberar las ansiedades de miles de espectadores ante su conflicto entre la fe en la que habían sido educados y la represión que implicaba esa educación. Pero es exactamente lo que consiguió.
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