Lo de “la comedia francesa del año” es un eslogan promocional tan trillado que ya funciona como subgénero en sí mismo, y la fórmula de su éxito (“¡más de un millón de espectadores en Francia!”) radica en que los galos son uno de los pueblos que más se regodea en sus estereotipos: “Ya sé que mi peinado es horrible”, se disculpa Louis Garrel (París, 1983) nada más entrar en la habitación. “Es que es francés”, añade.
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