Las mujeres en Hollywood tocaron fondo durante la década de los 80. Superproducciones lideradas por estrellas femeninas como Lo que el viento se llevó, Mary Poppins, Cleopatra, Sonrisas y lágrimas o My Fair Lady ya eran reliquias: la única película del top diez de los 80 protagonizada por una mujer es Tootsie. En los 70, La guerra de las galaxiashabía descubierto que el público más rentable ya no eran las madres, como había ocurrido desde la invención del cine, sino sus hijos adolescentes y la generación de “toros salvajes, moteros tranquilos” (los Coppola, los Scorsese y los Friedkin) se erigieron como los nuevos autores del cine de prestigio retratando un mundo en el que ninguna mujer pronunciaba dos frases seguidas. Callie Khouri cuenta que decidió escribir Thelma y Louise a finales de los 80 cuando vio una película en la que Sylvester Stallone le reventaba la cabeza de un disparo a una mujer, exclamaba “¡mujeres!” y el público estalló en carcajadas.
El cine comercial de los 80 siguió apelando a los chicos adolescentes (Indiana Jones, Superman, Regreso al futuro, Cazafantasmas, Superdetective en Hollywood o Batman tenían un solo personaje femenino, conocido como “la chica de la película”) y en sus márgenes surgió una resistencia: La fuerza del cariño, Dirty Dancing, Cómo eliminar a su jefe o Armas de mujerno solo estaban centradas en personajes femeninos, sino que su condición de mujeres determinaba su situación social, sus decisiones y su forma de relacionarse con los demás. No eran hombres a los que se les había cambiado el género en el guion a última hora, como ocurrió con la teniente Ripley en Alien. En los 80, cuando un hombre se enfrentaba a un conflicto en una película se la consideraba un relato universal, pero cuando se trataba de una mujer se reducía toda la película a “cine para mujeres”. En este pequeño reducto floreció Magnolias de acero.