Hay muchos vestidos que pasan a la historia. Algunos representan cuentos de hadas de verdad (el de Cenicienta), de mentira (el de Lady Di en su boda) o truncados (el Chanel ensangrentado de Jackie Kennedy). Otros reescriben lo que el mundo entiende por elegancia (el Givenchy de Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes), por erotismo (el incontrolable Travilla de Marilyn Monroe en La tentación vive arriba) o por patriotismo (la ajustada bandera británica de Geri Halliwell, con el símbolo de la paz en el trasero). Algunos solo se quedan en la memoria sentimental del público porque se viralizan como bromas: los filetes de ternera de Lady Gaga, la tortilla francesa de Rihanna, el vestido blanco y dorado/negro y morado. Hay muchos vestidos que pasan a la historia. Pero muy pocos consiguen cambiarla
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