Si el secreto de las estrellas para triunfar es tener una marca personal, Angelina Jolie es el supermercado entero: su fama es la más poliédrica que ha existido en Hollywood. Es un mito erótico como Marilyn Monroe, es realeza mediática como Liz Taylor y alterna dramas adultos con vehículos de acción como Charlize Theron. Adoptó una prole como Mia Farrow, visitó el tercer mundo como Diana de Gales y fue acusada de destrozahogares como Camilla Parker-Bowles. Tuvo una juventud salvaje como la de Syd Vicious, concedió entrevistas provocativas como Madonna y puso de moda el heroin chic como Kate Moss. Su atractivo mezclaba a Uma Thurman, a Elvira y a Lara Croft. Era una hija díscola como Paris Hilton, una embajadora de buena voluntad de la ONU como Audrey Hepburn y una mujer fatal bisexual que se excitaba con cuchillos como Sharon Stone en Instinto básico. Dirige cine social como Costa-Gavras, está tatuada entera como David Beckham y su vida privada tiene tanto público como el reality show de las Kardashian. Angelina Jolie resulta fascinante para el público porque su celebridad es la suma de muchas celebridades que no se excluyen entre sí, sino que alimentan un mismo mito: el conjunto del fenómeno Jolie es aún más grande que la suma de sus partes.
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