
La cantante FKA Twigs denunció el pasado viernes a su expareja, el actor Shia LaBeouf (Los Ángeles, 1986), por agresiones físicas y sexuales y por maltratos psicológicos sistemáticos. La demanda incluía una descripción de cómo la opinión pública lleva 15 años consintiendo la violencia continuada de LaBeouf: “Durante demasiado tiempo, LaBeouf ha justificado sus actos como si fuesen las excentricidades de un artista librepensador. A pesar de que su historial de comportamientos violentos está muy documentado, muchos medios han tratado a LaBeouf como una figura inofensiva y cómica, lo cual ha contribuido a perpetuar su ciclo de abuso de mujeres durante años”.
El actor, que hace poco más de una década parecía destinado a ser el nuevo rey de Hollywood, ha encadenado una veintena de encontronazos con la policía, desórdenes públicos y altercados violentos, incluyendo un episodio de amenazas físicas contra su entonces pareja en 2015, la actriz Mia Goth. Pero como si se tratase de un ídolo del sexo, drogas y rock ‘n’ roll, LaBeouf no ha dejado de recibir segundas oportunidades. Los motivos habría que buscarlos en una biografía dura, de esas que la industria del cine adora, y una capacidad asombrosa para soltar un golpe de talento justo después de cada puñetazo.