
En 1990 George Michael era la mayor estrella del pop del planeta junto con Madonna y Michael Jackson. Pero decidió dinamitar su imagen pública con el videoclip de Freedom: él no aparecía en un solo fotograma y, en su lugar, las cinco top models más importantes de la época hacían el playback de la canción. Aquel vídeo de David Fincher acabaría definiendo la estética, la femineidad y el espíritu de los 90, pero con el paso de los años se revelaría además como el manifiesto de un artista atrapado por su propio éxito y un hombre angustiado por su homosexualidad secreta.
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