
Los habitantes de La isla de las tentaciones parecen vivir en una novela de Milan Kundera. En concreto, en aquel pasaje de La inmortalidad que lamentaba que las historias de ficción avancen obsesionadas con el desenlace: los concursantes solo valoran sus historias de amor por cómo acaban, no por lo que les han aportado durante años. Cada vez que alguno sufre una traición expresa su decepción profiriendo un lamento en la línea de “¡Todos estos años, todo lo que he cambiado, no ha servido para nada!”. Como si el tiempo fuese una inversión y las renuncias fuesen un sacrificio que merece una recompensa automática, tal y como estipula la mentalidad judeocristiana. Si la segunda edición del concurso está repitiendo el éxito de la primera es porque a este programa no le interesa el amor. Solo su destrucción.
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https://elpais.com/television/2020-10-12/tom-el-villano-melyssa-la-sufridora-las-claves-del-exito-de-la-isla-de-las-tentaciones.html