Cuando se reunió con Barack Obama en 2008, Michael Keatonpretendía hablar sobre el medio ambiente, pero el entonces inminente presidente de Estados Unidos arrancó la charla con: “Oye, ¿por qué ya no haces películas?”. Durante el entreacto de su carrera, que acabaría extendiéndose casi dos décadas, Keaton se dedicó a llevar a su hijo al colegio y a descansar en su rancho de Montana, desde donde –tras una serie de catastróficas desdichas que impidieron realizar una entrevista cara a cara con él al término de la sesión de fotos con ICON– nos atiende por teléfono mientras trasplanta unos árboles en su huerto. Allí se refugió tras dirigir su primera película (Caballero y asesino, en 2009) para, según denunciaba la querella interpuesta por los productores, pasar las tardes pescando en vez de supervisar el proceso de montaje. Aunque a veces no haya sido por elección propia, Michael Keaton (Pensylvania, 1951) prefiere observar las cosas desde fuera, sin miedo a las represalias.
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