Por qué el mundo todavía no ha superado ‘El rey león’ [capítulo eliminado de ‘Generación Titanic’]

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– Eh, tío Scar, ¿me gustará la sorpresa?
– Simba, es para morirse.

Si la sabana africana necesita regirse bajo su propio orden para subsistir, las oficinas de Disney también. El proyecto de Pocahontas, el primero de la compañía basado en hechos históricos, representó una brecha de clases dentro de la compañía: los mejores artistas del estudio se abalanzaron sobre ella porque parecía destinada a legitimar el prestigio cultural de Disney; mientras que los novatos se quedaron con una inofensiva fábula de animalejos apodada Bamblet (Bambi+ Hamlet), el primer guión original de Disney, que se desarrolló apaciblemente porque ningún ejecutivo le prestó la menor atención. Los leones se fueron a Pocahontas, los antílopes a El rey león. «¿Pero quién va a querer ver esta película?» preguntaba uno de sus 29 guionistas.

El único que causó problemas durante la producción fue Elton John. El compositor Alan Menken, como buen líder de la manada (venía de ganar seis Oscars con tres películas consecutivas), pasó total deEl rey león para centrarse en la que él consideraba su obra magna, Pocahontas. Y tras tantear a Benny Anderson de ABBA, Disney se decantó por Elton John. Antes de la primera proyección, nadie se atrevó a comentarle a Elton lo que habían perpetrado con su power-ballad, Can You Feel The Love Tonight?, y cuando el cantante descubrió que la supuesta cima emocional de la película era cantada por un jabalí y un suricato se dio la vuelta, gritó «acabáis de joder la película entera». Hans Zimmer, el compositor de la música instrumental, acabaría siendo el encargado de escribir los arreglos étnicos de las canciones. Por ejemplo, todo lo que ocurre en Circle Of Life que no es la melodía princial (esto es, los cánticos iniciales, los coros y la música que suena mientras Rafiki «bautiza» a Simba) es obra de Zimmer. Pero cualquiera le propone a Elton compartir los créditos como compositor.

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Por lo visto nadie se atrevió a decirle a Elton
que el lino ya estaba pasado de moda en 1994

Porque lo que Elton John no sabía es que el romance era la menor de las preocupaciones de El rey león. Quizá el amor jamás ha importado menos en una película de Disney como aquí. Y ese es uno de los motivos por los que es una absoluta rareza en el canon de la compañía y en el cine en general, aunque hoy esté tan asimilada por la sociedad que parezca hasta convencional. El rey león es una parábola existencialista, política y psicológica.

A diferencia del resto de protagonistas de Disney, el conflicto de Simba no radica en su anhelo de cambiar su vida y su relato no consiste en cómo consigue ascender socialmente mediante el amor a primera vista (tiene la misma novia desde que nace), las canciones (hay solo cinco) o los hechizos mágicos (Rafiki es un magufo, pero no efectua cambios drásticos en la trama como el Genio de Aladdin y para lo único que usa sus unguentos es claramente para fumárselos). Básicamente porque Simba no puede ascender socialmente, así que su viaje será el de asumir exactamente el destino que le es otorgado en la primera escena: la estructura narrativa de la película es circular porque el ciclo de la vida no es solo un temazo, es la trama de la película. A Simba le encanta su vida y el único inconveniente es que el tiempo lo transcurre lo suficientemente rápido porque él no puede esperar a ser rey. Como todos los niños, Simba aún no sabe que la vida adulta es una estafa pero spoiler: va a descubrirlo.

Simba atraviesa el trauma (la muerte de su padre), la culpa (su huida, presa de la depresión, hacia el anonimato, hacia la no existencia) y la redención (la derrota de su tío Scar y la asunción de su responsabilidad política). El rey león es un relato sobre la crisis de identidad. Y por eso el espacio funciona temáticamente: el cielo tiene una presencia abrumadora en varios planos de la película (el sol es inmenso, las estrellas infinitas, el desierto inabarcable) para expresar que Simba, que se cree el centro del universo, es en realidad una partícula intrascendente dentro de él. Los recursos cinemáticos, más cercanos a Lawrence de Arabia que a La sirenita, aportan densidad, épica y gravedad a la película. Hay cambios de foco (esas hormigas en primer plano que se desenfocan para que nos fijemos en las cebras), hay cámara lenta, hay planos «de grúa» acercándose vertiginosamente a la Roca del Rey y hay un zoom oprimiendo a Simba justo cuando se percata de la estampida como si el mundo estuviera derrumbándose sobre sus hombros porque eso es exactamente lo que está a punto de ocurrir.

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Podrás verlo mil veces y seguirás sin explicarte cómo demonios hicieron este zoom,
entre otras cosas porque tu corazón se está rompiendo en pedazos.

Cabe suponer que si Disney hubiera estado más pendiente de esta producción, habría insistido en aclarar detalles que a priori podrían alienar a los espectadores infantiles. En teoría, a un niño le resulta difícil de comprender por qué Simba huye a la selva convencido de que él ha matado a su padre (Scar le convence de que así es y Simba, angustado por el estrés post-traumático, genera el recuerdo en su memoria porque los niños confían en la versión de los hechos de los adultos), pero la libertad que el equipo de la película disfrutaba les permitió correr riesgos narrativos. Durante las 27 reescrituras de guión (el primero original en la historia de Disney), eso sí, descartaron ideas como explicar quién es el padre de Nala o que el detonante de la huída de la leona fuese el acoso sexual por parte de Scar.

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Cuando te enteras de que vas a casarte con tu prima
y que no pasa nada porque en las familias reales es totalmente tendencia.

El villano es uno de los pocos detalles que El rey león es un producto de los 90. Afeminado y británico (vaya vaya, como Elton John), Scar responde a la tradición heredada del Hollywood ochentero al servicio de Ronald Reagan de que lo ajeno era sinónimo de peligro. Por ese mismo motivo, Úrsula de La sirenitaera británica (y travesti) y Yafar era el único personaje de Ágraba con acento árabe en AladdinEl rey león va más allá y el miedo a lo no normativo se vuelve un prejuicio social hacia las hienas: Shenzi es negra, Banzai es hispano y Ed es un tarado. El plan de Scar consiste en dejarlas entrar en las fronteras del reino, en calidad de refugiadas políticas, mientras Mufasa deja claro que esa chusma no debe salir de su gueto (un cementerio de elefantes coloreado como las malas calles de cualquier gran ciudad). La alianza entre Scar y las hienas culmina con un número musical inequívocamente inspirado en los discursos de Adolf Hitler con el que Disney apela a un terror siniestro no fantasioso, sino reconocible por el espectador adulto.

Al inspirar su conflicto en Hamlet, la ideología política de El rey león se deja llevar por códigos medievales. Tal y como subraya Anthony Perrotta, la moraleja de la película es explícitamente conservadora y continuista: «El patrocinio de El rey león de una sociedad basadaen la jerarquía que surge por naturaleza retoma la idea de la Gran Cadena del Ser de Platón, la cual dominó [la política] de la Edad Media y aparece de forma prominente en las obras de Shakespeare. Esta noción religiosa planteaba que toda persona y criatura tiene un lugar designado por Dios en el universo y cuando esa cadena del ser es perturbada (es decir, si demasiadas criaturas se mueven de su posición estipulada), el resultado será el caos y el mal».

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– ¿Ya es hora de desayunar?
– Sí cariño, tú eres el aperitivo.

Por eso El rey león parece, por momentos, un melodrama sobre los problemas de la gente rica. Porque al fin y al cabo peor lo tienen las cebras, honradas de postrarse ante un rey que va a comérselas, y nadie hace una película sobre ellas. Mufasa, con diferencia el monarca de Disney que más ha ejercido su función, explica que no pasa nada porque cuando los leones mueres sus cadáveres alimentan la hierba y luego los antílopes se comen esa hierba. Lo cierto es que los antílopes sufren una muerte sorpresa, sangrienta y dolorosa, mientras los leones se mueren durante la siesta. No es exactamente lo mismo, Mufasa. Y resulta curiso que El rey león, una parábola sobre lo necesario que es asumir tu lugar en la sociedad, se estrenase justo después de Aladdín, una eufórica apología del trepa social.

Sin embargo, todo esto no significa que los bichos no vayan a cantar.

Timón y Pumba suponen la mayor maniobra de distracción del cine de los 90. La brutalidad de la muerte de Mufasa, que traumatizó a toda una generación de niños no por ser la primera muerte que veían en una película sino por ser la primera que tenía consecuencias, queda disipada por un segundo acto en el que El rey león se convierte en una comedia de colegas. Hay hasta eructos, los primeros en Disney, en torno a los cuales Shrek haría cuatro películas enteras. Porque es más reconfortante pensar que lo que brilla en el cielo son luciérnagas (nihilismo) y no bolas de luz brillando a millones de kilómetros (ciencia) o nuestros antepasados observándonos (religión). Simba crece, se convierte en el león más atractivo de la historia y abraza el nihilismo de la generación X: Hakuna Matata (un nada disimulado reciclaje de Don’t Worry Be Happy) funciona como terapia para Simba y para los espectadores. Para ello la película recurre en este episodio a una cantidad asombrosa de cancioncitas con las que distraer a los niños («en la jungla, la negra jungla, dormido está el león»; «nadie sabrá lo mucho que amé»; «un mundo pequeño»; el irritante hilo musical que jamás deja de sonar en los parques temáticos de Disney; «si tienes hambre yo te voy a dar (dirilididi) dos buenos cocos de verdad» o el numerito hawaiano de Timón y Pumba) tan descaradas que hasta cuando Pumba está describiendo el bullying que sufrió de pequeño Timón mira a la cámara y avisa «Pumba, que hay niños delante». Pues sí que los hay, y parece que se os había olvidado.

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¿Oís eso? Es el sonido de millones de infancias destruyéndose.

La cámara se aleja deliberadamente del otro peliculón que hay en El rey león, el declive de la civilización causado por la ineptitud de Scar como líder. Cuando la chica aparece para contárnoslo y cortarle el rollo al héroe (otro síntoma de que estamos en los 90), Nala y Simba retozan en los que son los preliminares sexuales más evidentes jamás mostrados por Disney: ella le lame la cara, van cambiando posturas y le pone cara de «tuyo es, mío no». Y por tanto dos ritos de madurez (la pérdida de la virginidad y la conversación con el fantasma de su padre) empujan a Simba decidir si ser o no ser (rey). Timón y Pumba, por su parte, alucinan al descubrir que su colega les está dejando tirados por una novia y va a perderse sus juergas de león. Ese es otro paso en el camino a la vida adulta, pero de nuevo los niños tardarían todavía unos años en comprobarlo.

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Viscoso, pero sabroso.

Scar es tan mal rey, por lo visto, que hasta la hierba ha dejado de crecer en la región. Pero en cuanto Simba recupera su trono regresa el verdor a las praderas, los animales vuelven para ser devorados por sus líderes y las hienas recuperan su lugar: el final de la cadena alimenticia. La conclusión es que intentar cambiar el status quo sólo traerá problemas y esa es una amenaza que todo el mundo (niños y adultos, occidentales y orientales) puede entender. La consecuencia es que nadie quiso perdérsela.

Cuando Disney lanzó el tráiler precediendo a Los tres mosqueteros y Sister Act, de vuelta al convento, al no estar la película acabada, se limitó a presentar sus primeros minutos: desde que amanece al ritmo de «Nants ingonyama» (en español comunmente conocido como «achigüeña») hasta que un babuino ensalza al heredero al trono e irrumpe el título de la película. No hizo falta más para que El rey león se convirtiera en la segunda película más taquillera de la historia (por detrás de Parque jurásico) por el mismo motivo por el que, 24 años después, recuerdas perfectamente todo lo que ocurre en esos primeros minutos.

La nula sutileza de su mensaje, unida a la majestusidad de su ejecución, convirtieron a El rey leónen una obra universal. El humor también era ciertamente más banal que en las anteriores películas de Disney y, por lo tanto, más accesible: «Pumba, todo lo tuyo es gas», «está más furioso que un rino con hernia» o «me postre a sus pies», aunque simpáticos, son chascarrillos escritos por guionistas para los que el concepto de «doble sentido» sólo se aplica a las carreteras. El cine de animación dejó oficialmente de ser para niños y se acuñó lo de «para todos los públicos», un estatus del que a partir de El rey león se beneficiaría mucho más Pixar que la propia Disney. Su banda sonora ganó (otros) dos Oscars y vendió más de 10 millones de copias, el cuarto disco más vendido de 1994. Gracias a El rey león aprendimos la palabra «abdicar», aprendimos a asumir la muerte y aprendimos que, en caso de pelea, hay que ir a la yugular. Años después, cuando Michael Jackson intentó imitar a Rafiki sacando a su bebé a la ventana, lo que aprendimos fue que no hay que creerse todo lo que sale en las películas de Disney. Y si no que se lo digan a Jeffrey Katzenberg, el presidente de la división de animación del estudio, que sacó a pasear un león de verdad durante un evento promocional y se puso tan nervioso que casi le come la cara.

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Porque, según los rumores, Katzenberg es lo más parecido a una hiena
que ha trabajado en Hollywood.

Pero El rey león caló en la cultura popular hasta el punto de que, según señala Peter Bradshaw, los documentales de la naturaleza apostarían por el antropomorfismo a partir de entonces: «El documental Un cuento polar mostraba a un osezno y una foca llamados Nalu y Seela, como si esos fueran los nombres que sus padres les habían dado, y está construido mediante una narrativa y una ternura cuya retórica emocional proviene de la de El rey león«. Porque tal y como concluyó Noel Ceballos inspirádose en Les Animaux Nous Traient Malde Gérard Wajcman, «la mirada humana descubre orden en la sociedad animal, un estadio evolutivo donde todo está en el lugar que debería». O como explicó el propio Wajcman, «como forma de consuelo, miramos los documentales de animales y nos maravillamos ante un mundo incontaminado por el lenguaje».

El rey león es (y, por motivos evidentes, será para siempre) el VHS más vendido de la historia, un récord que batió tras sólo dos semanas en el mercado. Su adaptación teatral es el musical más exitoso jamás producido y su relanzamiento en cines en 3D en 2011 fue número 1 en la mayoría de los países donde se estrenó. Ha acabado pasando a la posteridad como una de esas películas más grandes que la vida misma, tan épica como emocional, porque como explica su productor Don Hahn «es una carta escrita a mano, cuyo formato ha quedado obsoleto pero su mensaje es atemporal». Una historia que seguirá emocionando mucho tiempo después de que nosotros no estemos. Porque El rey león no es solo una película que marcó a una generación: hoy, verla es parte del ciclo de la vida. Respondiendo a la pregunta de aquel guionista («¿pero quién va a querer ver esta película?»), todo el mundo. Literalmente.

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A que ahora tienes un montón de ganas de volver a verla.

[Este es un capítulo eliminado de ‘Generación Titanic, el libro del cine de los 90’] https://www.amazon.es/Generación-Titanic-libro-del-cine/dp/8416961425/ref=sr_1_1?s=books&ie=UTF8&qid=1540373058&sr=1-1

Las mentiras que cuela Disney para no traumatizar a los niños

De los 57 clásicos de Disney, solo 11 tienen un guión original. Solo hay una cosa que le guste más a la factoría de los sueños que adaptar relatos clásicos: inventarse prácticamente todo. Más allá de las canciones, los animales parlantes y los pelazos, las versiones Disney disuelven una pátina conservadora que se adhiere inmediatamente al canon de la cultura popular: hoy el mundo entero sigue creyendo que Pocahontas y John Smith se enamoraron correteando y escuchando a un lobo aullarle a la luna azul. Es el momento de destapar la mentira que llevamos toda la vida viviendo: una mentira muy bonita, pero una mentira al fin y al cabo.

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https://elpais.com/elpais/2017/11/16/fotorrelato/1510846899_302699.html

Hay un culpable del atasco creativo de Disney: los juguetes

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La peor película de Pixar según la crítica. La recepción de Carsfue comatosa comparada con el triunfo crítico de sus predecesoras: Toy Story, Bichos, Toy Story 2, Monstruos S. A., Buscando a Nemo y Los increíbles habían sido celebradas con unanimidad, como también lo serían las posteriores Wall-e, Up, Toy Story 3, Brave y Del revés. En la insuperable racha de obras maestras de Pixar hay hoy tres tropiezos: Cars, Cars 2 Cars 3. Tres Pixars menores que recurren a una fórmula tan obvia y ejecutada de forma tan facilona que casi parecen parodias del resto de películas de Pixar, con sus personajes opuestos que aprenden a hacer equipo, su huida y regreso al hogar y un protagonista que pierde su identidad para reencontrarla gracias a la fuerza de la amistad. Carsfue recibida como un Pixar solvente, pero en absoluto sorprendente. Una peli sólo para niños. ¿Por qué sigue Disney, entonces, empeñada en alargar una franquicia que contamina su prestigio? La respuesta es otra fórmula, pero matemática: Cars recaudó 462 millones de dólares; su merchandising generó 10.000 millones sólo entre 2006 y 2010.

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Disney insiste en que las mujeres no pueden ser felices y solteras

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Ningún proyecto importante de Hollywood lo es de verdad hasta que genera alguna polémica. En su plan para reciclar todo su catálogo de clásicos, Disney ha anunciado que Mulántendrá su propia versión en imagen real. Enseguida saltaron los rumores de que, si bien la heroína estaría interpretada por una actriz oriental, al capitán Shang (su superior primero y su novio después) le pondría cara un actor americano. Es habitual que Hollywood utilice estrellas occidentales para interpretar papeles de otras razas, tanto que hasta tiene un nombre (white-washing, lavar en blanco). El temor a que el público rechace una película protagonizada por una persona árabe, japonesa o hindú les lleva a cambiar la raza de sus personajes. En realidad no está demostrado que el público no quiera ver diversidad racial en las películas, porque por prevención nadie le ha dado la opción de decidirlo.

Disney se apresuró a negar este bulo: el novio de Mulán también será oriental. Tras haber abierto por fin sus fronteras al cine americano, China es el segundo mercado para Hollywood actualmente, así que este reparto íntegramente oriental no es ningún riesgo en realidad, sino una apuesta segura. Las redes sociales respiraron tranquilas y se dispusieron a encontrar una nueva polémica con la que indignarse. La maniobra de distracción le salió redonda a Disney, pues consiguieron que nadie se plantease el verdadero agravio que esconde este remake. ¿Por qué Mulán tiene que tener novio?

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