En 2005, las listas de éxitos estaban atestadas de una nueva generación de jóvenes cantantes negras sin apellido. Ashanti, Cassie, Mya, Jamelia, Ciara, Amerie, Fantasia, Lumidee, Nivea o Letoya. Rihanna era una más. Sin embargo, y aunque ahora resulte fácil marcar una distinción entre ella y el pelotón, había cierto talante inconformista en ella: en su primer single, Pon de replay, criticaba a un señor que estaba pinchando música que no le gustaba. En el videoclip se subía a una tarima, bailaba sola y levantaba la fiesta entera en una época en la que las cantantes pop acostumbraban a contonearse al lado de un rapero que ni las miraba. Pero de sus 38 vídeos publicados hasta ahora, en 16 no sale ningún hombre, en 12 solo aparecen de fondo y en tres ella acaba matándoles. Rihanna se comporta, en definitiva, como podría decir ella, como si el mundo fuera su zorra.
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