Cada loco con su tema, los habitantes del pueblo de Amanece que no es poco (José Luis Cuerda, 1988) farfullan, a veces para sí mismos y a veces para cualquiera que ande cerca, todo lo que se les pasa por la cabeza. Esta comedia absurda de realismo mágico que pasó desapercibida en su estreno hace 30 años es, quizá, la película con más culto de nuestro cine. Lo merece. Verla hoy demuestra que no solo no ha envejecido ni un solo día, porque existe conservada en el formol de la cultura popular española y por lo tanto es atemporal, sino que además la España que retrataba no ha cambiado tanto. El pueblo de esta película predijo cómo, tres décadas después, nos comportaríamos en las redes sociales. Porque todos somos contingentes, pero Amanece que no es poco es necesaria.
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