“Brando se tiraría cualquier cosa. ¡Cualquier cosa! Hasta a un buzón de correos. A James Baldwin. A Richard Pryor. A Marvin Gaye”. El legendario productor y músico Quincy Jones redefinió hace un par de semanas en una entrevista en Vulture el concepto de “para lo que me queda en el convento…” y aireó la vida sexual de Marlon Brando con tal desparpajo que al lector no le quedó más remedio que subir la vista y releer el párrafo anterior: ¿pero cuál demonios era la pregunta? Era una sobre géneros musicales, lo cual llevó al chachachá y de ahí a las juergas de Brando.
Los revolcones del Hollywood clásico llevan décadas generando cotilleos, leyendas urbanas y biografías no autorizadas que sugieren que aquellas estrellas no hacían otra cosa. Una anécdota mítica de los sesenta cuenta que, durante una fiesta en su casa donde todos los invitados iban desnudos, Brando se paseó con un lirio en el trasero. Los amantes de Brando incluyen a los sospechosos habituales de la época: Marilyn Monroe, Marlene Dietrich, Ava Gardner, Rock Hudson, Grace Kelly y James Dean.
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