Titanic, el trasatlántico, no pudo evitar chocarse contra el iceberg más famoso de la historia. Pero Titanic, la película, se libró por los pelos de estamparse contra otra masa igual de fría que también parece más inofensiva de lo que es: internet. Y se libró por dos años. Titanic se estrenó el 19 de diciembre de 1997 (9 de enero de 1998 en España) y, durante meses, pareció la única película que existía en el planeta. Aquel fenómeno no surgió solo gracias a que, como valoró José Luis Garci, Titanic resume todo el cine popular del siglo XX, sino también al carácter del público que la recibió.
Si muchos han querido ver en el hundimiento del barco una metáfora sobre la muerte de la sociedad victoriana y su férrea jerarquía de clases, la película también representa una despedida colectiva a aquella forma de consumir cine: a las colas en el cine sin apenas información previa sobre las películas, a los descansos en la oficina o en el recreo comparando nuestras escenas favoritas con mucho entusiasmo y poco cinismo y a los paseos al videoclub cruzando los dedos por que nuestra película no estuviese alquilada. Titanic (la catástrofe) supuso el fin de una era. Titanic (la película) también.