Durante los pases de prueba de La boda de mi mejor amigo el público odió a Julia Roberts. Con 29 años, la exnovia de América había perdido su magia en la taquilla y esta comedia romántica en la que dedicaba 100 minutos a intentar boicotear una boda la dejaba, según los espectadores encuestados, como una niñata caprichosa, una maniaca egoísta y una mala persona. El público también rechazó la escena final en la que ella conocía a un atractivo galán durante el banquete (John Corbett, Aidan en Sexo en Nueva York), porque querían verla morder el polvo. Entonces el director tuvo una idea para salvar la película: Rupert Everett.
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