Durante la rueda de prensa matutina, Gus Van Sant ha puesto en aprietos a una periodista que le ha preguntado si considera que sus intereses han cambiado desde que empezó a hacer películas en los 80. “¿Y cuáles son mis intereses, según tú?” ha sido la no-respuesta del director. Y durante las entrevistas posteriores para presentar su nueva película, No te preocupes, no llegará lejos a pie (sobre la vida del dibujante paralítico John Callahan), y la exposición que pasará todo el verano en La casa encendida de Madrid Van Sant responde la mayoría de preguntas con monosílabos, con contra-preguntas y con “no lo sé”.
Sentarse a comentar los altos y bajos de su carrera resulta, ante este panorama, un desafío soberanista. Pero Gus Van Sant es tan económico en palabras como honesto en confesiones: reconoce que le dio el papel protagonista de Todo por un sueño a Nicole Kidman porque la actriz demostró ser igual de obsesiva, perfeccionista y hambrienta que el personaje y que le hizo un casting a Drew Barrymore para interpretar a Marion Crane en Psicosis. Este proyecto maldito, por cierto, es la única parada de este viaje en la que él se incorpora de la silla. Quizá porque, 20 años después, siente que todavía no hemos entendido lo que pretendía con aquella fotocopia a todo color. Pero la película con la que Van Sant parece despertar es la única de esta entrevista que no dirigió él, Stonewall.
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